Rescato el cuento de marzo.
Démosle algunas vueltas, me dice.
La ingravidez del agua. Encontrar la palabra justa.
Tumbarse en el suelo, huir del calor.
Caminando juntos, hacia los mismos lugares.
Te cuento. Me cuentas. Sonríes.
El mundo abandona las armas en el salón.
Te escucho. Me escuchas. Te ríes.
Los fantasmas ahora son escarcha.
Tomo una frase entre mis dedos y la coloco en el tendedero.
Da una vuelta. Luego otra.
Beso en la cabeza. Abrazo sin hipotecas.
Desnacionalizamos la rabia. Juntos.
El cuento espera, con los ojos abiertos.
El cuento reclama otro final. Reclama otro principio.
Sale del barco para decirme que no es una isla. Ni un
archipiélago.
Es un libro, es tu boca, el sol que ya no quema.
Es el sombrero y los destellos. La sed calmada.
Cerrar los ojos. Esos acordes. Esos coros.
Cerrar los ojos al cantar contigo. Sin ti. Para ti.
Abrimos las manos y decimos hasta luego.
Abrimos la mesa y las flores del recibidor.
Tomo una frase entre mis dedos y la descoloco.
Hace arroyo. Hace lluvia.
Beso en la cabeza. Abrazo sin hipotecas.
Desnacionalizamos el miedo.
Socializamos nuestro futuro.
Rescato el cuento de marzo.
Démosle algunas vueltas, me dice.
El perdón del agua. La palabra justa.
Caminamos juntos. Sin cadenas.
La calle me abraza. ¿Dónde estabas?
La calle me reconoce y nuestro cansancio se vuelve paso.