viernes, 20 de noviembre de 2015

CABLES PELADOS


Me agotan los telediarios, los debates y tertulianos.
Me agota leer siempre
 la misma noticia, las mismas mentiras
y no escuchar nunca la verdad.


Me agota que haya olvidados.
Me indigna que nadie 
quiera preguntarse por qué.
O que nos dé tan igual.


La luz cambia, 
como nuestro eje de rotación.
La lluvia ya no se viste de arco iris.
Y somos no vivos que vagamos sin rumbo
con el odio por bandera y más muertos por solución.


Seguirá habiendo poemas y canciones
pero ya no llevarán mi nombre,
arderán junto a nuestra alegría,
esa que nos quieren arrebatar.


Nos cortan la esperanza 
y dejan los cables pelados
por si hay suerte 
y alguna sonrisa pasa distraída.
Me agota tanta basura, ruido y plomo.


Quieren que dejemos de buscar.
Nos prefieren muertos en vida
ciegos, sordos y mudos.
Con hambre. Ansia.
Ansia de sentir lo que sea,
no importa el qué. 


Me agota ser ignorante
y vanagloriarme de ello.
Me indigna querer mirar a otro lado.
Me sorprendo cerrando los ojos.
Todo duele menos si lo tapo.


Me agotan las frases de odio
que se visten de futuro y responsabilidad.
Me indignan los panfletos,
el acoso y el miedo en tus ojos.
Me cansa ver que siempre caemos en la trampa.


Me agotan los que repiten
que todos son iguales. Que nada vale la pena.
Respira y da gracias a Dios.
Lo demás, no te metas que tú no sabes.


Me agota tener que obligarme
a buscar tu poesía entre tanto odio
Me agota caminar sin linterna.
Me agota que nadie
quiera saber su propia verdad.
Y te cierre la puerta.

Perdóname, amor, si no me rindo.
Seguiré andando, de tu mano.
Me cortaré los pies con los cristales
para encontrar tu alegría y la mía.
Te besaré para buscar
mis canciones y tus poemas. 


Perdóname, mi vida, 
yo sí quiero seguir viva.
Dibujaremos nuestros sueños
para la amnesia y el vuelo.
Tu risa sigue ahí, secuestrada, pero intacta.


Tu abrazo me recordará el camino.
Porque la vida es intentarlo
y no pienso darme por vencida.
Apartaremos los escombros 
y seguiremos intentándolo.
Aunque nos hayan roto las gafas de lejos
la alegría debe andar por algún sitio.





lunes, 2 de noviembre de 2015

SOY. Y NO.



Soy la calle empedrada
en la que los niños juegan al escondite.
La caja en la que guardas los recuerdos.
Soy la que esconde poemas por ahí,
en la marea donde ya no quedan redes tristes.
El cuaderno de la mesita de noche.
El boli azul, el negro, el rojo.

Todos. La calle, la caja, la marea,
Juegan al escondite.
La estrella más antigua de la galaxia.
La más pequeña, la última que ha nacido.
Las noticias de la mañana, 
la tele apagada.
El punto de libro.
El poema que nunca terminas.

El olor a café que llega hasta las sábanas.
Todo es otro día. Todos los sitios son otros.
Unos ojos que te niegan. Que se esconden.
Soy la niña con zapatos de otoño
que llega tarde a clase.
La manta y el día libre.

Te acerco al trabajo y te pierdo a veces.
Te arranco una risa y soy la que nunca fui.
Soy la que tenía que ser. La que te besa.
La que te quiere. La que te busca en la multitud.
La que no. La que no. Y la que no.

Soy la librería, el proyeccionista y los acordes.
No soy nada de eso. ¿Y si lo fuera? 
¿Quién dice que no lo soy?
¿Quién dice que tú no eres la manta?

¿Quién dice que no eres la luz reflejada?
¿Y mis guantes?
¿Quién dice que no eres nada mío? 
¿Ni de nadie?
¿Quién dice que te beso? 
¿Quién dice que no me besas?

Soy las manecillas del reloj,
La alarma del despertador.
El vaho en el cristal.
La siesta y los sustos de madrugada.
Los gritos que no son gritos.
Soy las palabras que no entiendes.
Las manos. Que son tuyas. Y no.
Soy los besos que te doy. Y no.


Soy.
Y no.



lunes, 5 de octubre de 2015

Altazor de Vicente Huidobro





Altazor

Prefacio

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las
                                                                              hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil
                      sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía
         cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas». He aquí
         la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos iris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuera dromedario
         no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me  lanzó
         tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós», con su pañuelo soberbio. Hacia las dos,
          aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y
        caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron
         a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora
         incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas
         desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío,
         hermoso como un ombligo.
«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano».
Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre
         pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los
         días que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.
Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
Después bebí un poco de coñac (a causa de la hidrografía).
Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas,
         y los dientes de la boca, para violar las groserías que nos vienen a la boca.
«Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender
         a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol
         acuático y puramente acariciador».
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la
         muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta
         con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar
         en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó con una estrella apagada que seguía su órbita
         concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos
         pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes,
         iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía».
«Se debe escribir en una lengua que no sea materna».
«Los cuatro puntos cardinales son tres; el sur y el norte».
«Un poema es una cosa que será».
«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser».
«Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser».
«Huye del sublime externo si no quieres morir aplastado por el viento».
«Si yo, no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco».
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera
          del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la
          muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
«Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los
          filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?»
«Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad».
«Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a
           medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad
           demasiado restauradas».
«Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes». «Digo siempre adiós, y me quedo».
«Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas».
«Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en
          las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina
          intermitente».
«Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas. «Ámame».
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi
          paracaídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se
          alejó, sentada sobre su rosa blanca.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso... qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles. Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su
           garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol
           sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar
           como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar
           los pies de la amada.
Aquel que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman,
           pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los
           arroyos helados.
Aquel que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son
           solamente astrónomos activos.
Aquel que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las
           pajamas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los
           barcos.
Aquel que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los
           ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo
           agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de
           esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen
           después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin
           mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad
           y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin
          experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir, y dejamos el aire
          manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a
          respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu
          destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el
          rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos
          cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte,
          despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ése es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro
          la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas
           maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga
           interminable.


miércoles, 6 de mayo de 2015

miércoles, 18 de febrero de 2015

UN AMOR INDECISO de Dulce María Loynaz


Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta...
Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta.


Yo le digo al amor: - ¿Qué te trae a mi casa?
Y el amor no responde, no saluda, no pasa...


Es un amor pequeño que perdió su camino:
Venía ya la noche... Y con la noche vino.


¡Qué amor tan pequeñito para andar con la sombra!...
¿Que palabra no dice, qué nombre no me nombra?... 



¿Qué deja ir o separa? ¿Que paisaje apretado
se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?...


Este amor nada dice... Este amor nada sabe:
Es del color del viento, de la huella de un ave.


(...) Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,
que huele las naranjas y que las rosas muerde...


Que todo lo confunde, lo deja... ¡Y no lo deja!
Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja...


Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe
que el mañana es tan solo el hoy muerto...
El cadáver futuro de este hoy claro, de esta hora cierta...

Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta...






Dulce María Loynaz

martes, 20 de enero de 2015

ÓRBITA

Hacer equilibrios en la órbita del odio. 
Ese último intento de volver a a caer como antes, de nuevo.






lunes, 19 de enero de 2015

COMETA EN LO ALTO

Hay días que son puntos de inflexión, latidos. 
Hay puntos de inflexión que es cometa en lo alto, una nueva canción.
Un recuerdo del futuro.

martes, 13 de enero de 2015

MICROCUENTO:DESEOS

Por suerte, su deseo no se cumplió. 
Y el olvido fue el primer estallido del principio de todas las cosas.

domingo, 11 de enero de 2015

CUENTAS, GOLPEAS, ARDES



Encuentras la selva en sus manos.
Naces mil veces.
Mueres mil veces.

Desesperas en cada hueco de cada herida.
Retrocedes mañanas.
Recuerdas el ecuador del viento.
Cambias silencios por tormentas.
Despiertas soles extinguidos.

Llamas en la distancia.
Te precipitas sobre un poema.
Recorres diez años de peces en el desierto.

Guardas calles color acero e inviernos.
Empapelas la verdad.
Cuentas hombres mirando abismos.
Golpeas preguntas y respuestas.
Ardes sin idiomas.

Brillas más allá de los raíles vacíos.
Arrancas tus cadenas mil veces.
Mueres mil veces.
Vives mil veces.





*Marzo de 2010 (boceto en http://invitameavivir.blogspot.com.es/2010/03/cuentas-golpeas-ardes.html)

**Foto: internet. arp273-galaxies collide